¿Qué pasó? ¿River gana un par de partiditos y empiezan a temblar todos? No es para tanto, muchachos, no exageren que varias muestras dio el equipo de Passarella de su irregularidad, si hasta ayer no había ganado de visitante en todo el campeonato... Pero, la verdad, entre nosotros, sin que nadie se avive y que no escuchen los de afuera, da como para hacer el intento. Está tan raro el Apertura, tan cambiante, quién te dice, en una de ésas le ganamos a Independiente (que no será nada fácil pero tampoco imposible) y nos prendemos en serio. Lanús y Tigre son buenos equipos, pero tendrán que pasar la siempre difícil prueba de la presión de las últimas fechas cuando se quiere campeonar. Además, juegan entre ellos un partido clave que va a dejar heridos (en términos futbolísticos, se entiende).

La onda expansiva del superclásico superó el parate por la Selección. Y la victoria de ayer contra Gimnasia fue bastante parecida a las del equipo de Basile contra Chile y Venezuela. Dio la impresión de que River tenía resuelto el partido siempre, que el rival no lo podía lastimar y el juego pasó de la comodidad a la sedación, de a poquito, hasta dormir el sueño de los justos con la media vuelta de Falcao.

En la claridad conceptual de Ortega (no te calentés, desquitate el jueves), la habilidad de Buonanotte (esa dupla que invita a la ilusión y lástima que no se podrá repetir en la Copa), las que recupera Ahumada y el crecimiento de Belluschi estuvo lo mejor de un River que sumó afuera casi sin despeinarse y que, así, les pone los pelos de punta a unos cuantos.